MITOS Y LEYENDAS DE LA CIUDAD DE SAN JUAN
DE PASTO
LA TURUMAMA
Antes
de empezar a regar su llanto por los caminos había sido una mujer como
cualquiera, solo que algún maleficio hubo de perseguirla desde su niñez como
corrí y cantaba por los montes y no hacia más que arrancar las flore de los calabazos de las higueras.
Cuando
creció no se despego de aquellas costumbres, hacia caso omiso de las suplicas
de su madre cuando le pedía insistentemente que no se alejara de su choza, que
le ayudara a desgranar las mazorcas de maíz, a hilar la lana o a cocinar.
Y
sucedió que uno de esos días en que ella se dedicaba a vagar, habiéndose
sentado en un peñasco, se le presento el arco iris y encontrándola sola, la
preño. Quedo embarazada de aquel endriago sobrenatural.
A
los pocos días comenzó a sentir fuertes dolores, a veces parecían que se le
desgarraban las entrañas y que se moriría de un rato para otro.
Transcurrió
el tiempo y la joven muchacha tuvo que prepararse para dar a luz. Se fue al rio
solitaria como hacían desde tiempos inmemoriales las mujeres indias, ellas no
necesitaban sino del agua para lavar la criatura que parián. Cuando estuvo
allí, con su cuerpo completamente empapado de sudor y encogido como si llevara
un gran peso a horcajadas, como si fuera a reventarse ya dejar salir de ella un
espanto, se recostó constreñida, pujaba, se encogía y mas pujaba soltando
gritos desabridos.
La
mujer con los dolores tan intensos que sentía, apenas pudo hacer eso antes de
desmayarse, la criatura se aflojo de sus manos y cayó en la corriente del rio
que se lo llevo en su caudal.
Cuando
la parturienta se recobro lo primero que hizo fue clamar desesperada por su
criatura desde entonces comenzó a buscar a su hijo por todos los riachuelos, ríos y montes que
había andado y por todos los lugares se empezó a escuchar su llanto y sus
quejidos profundos. Pero además a la pena que estaba destinada a la “turumama”
sufrió una horrible transformación; conforme buscaba a su hijo, su cuerpo
enflaquecía, sus manos se tornaban largar y huesudas, sus cabellos eran una
completa maraña y lo que es más, sus senos se alargaron extremadamente, tanto
que para poder caminar tiene que tirar de ellos sobre los hombros, pero estos
siempre se vuelven a caer. Su cara siempre aparece enlodada y envuelta con
ceniza. Muchos de los que la han visto, han oído cuando con voz lastimera dice:
“ay… ayayay… donde lo hallare… donde lo encontrare…”.
La turumama que
está destinada a vagar por los caminos de búsqueda del recién nacido que
perdió. Frecuentemente visita los ranchos, cuando esto ocurre las gentes
esconden a sus hijos porque ella puede robarles
alguno pensando que es el suyo. Siempre llega gimiendo y llorando
sordamente; cuando en sus visitas encuentra un fogón, se lleva a la boca los
carbones encendidos que son su alimento, así descansa, para continuar ben la
búsqueda eterna, en la interminable llamada del hijo que se le llevo el rió.
Tomado de:
Biblioteca del banco
de la republica sección regional
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